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LA FOTOGRAFÍA,

el arte de dibujar con la luz, es un ejercicio de observación y el resultado un golpe de suerte. Una buena foto la hace cualquier maquina; una buena serie la hacen solo los fotógrafos. Cuidado, son verídicas y sin embargo mienten. Empiezas buscando la felicidad que te da conseguir una imagen única y bella, pero cuando te metes en el ajo te das cuenta que sin proyecto fotográfico no eres nadie

Dedicado a mi MARIBEL, por su apoyo.

PROYECTOS FOTOGRÁFICOS: SIZIGIA ( PAKO PIMIENTA )


SIZIGIA.

Frente al cálculo y la ponderación, frente a tantos trabajos que exhiben una corrección tan modosamente tibia, llega una apología de la incontinencia y la desmesura.

Pako Pimienta en su primer libro, negro como un féretro, se arriesga a vaciarse presentándose en la escena con un “ladrillo” que encierra más de 300 imágenes. Ásperas, broncas, perturbadoras. Y abandonadas “a sangre”, como a su desgarrada suerte, sin apenas coartadas teóricas que envuelvan y endulcen la desabrida acidez de su contundente bofetada.

“Sizigia” conmociona. Desde el “Nemini parco” de Jesús Monterde (un curro de otro fotógrafo igualmente extrarradial, ruraly periférico) no veía un primer trabajo tan seco y descarnado. Tan decidido a internarse en lo turbio y en lo oscuro. Tan visualmente aguardentoso como Tom Waits en uno de sus temas más crudos.

Pako Pimienta ha contado que “Sizigia” es el fruto (la terapia, el vómito, el exorcismo) de una triple pérdida. De la desolación derivada del vacío de tres familiares caídos en tres años. Hay algo más: también es la cima conquistada, la palabra cumplida, de un fotógrafo de prensa que juró que se puede ir todos los días como puta por rastrojo siendo un pringado reportero de periódico en provincias… intentando ser también un Autor, al mismo tiempo.

Pako Pimienta puede darse por contento: ya ha cumplido, y de sobra, con la promesa que le hizo una vez a Ricky Dávila: ser esos dos fotógrafos en uno.

En “Sizigia”, Pako Pimienta es alternativamente obsceno, lírico, goyesco, cutre, excelso, surrealista, perturbador, áspero, chamánico, caótico, psicotrópico, fragmentado, lisérgico, implacable, delirante, contenido, tremendista (ese tremendismo español, tan rural, desinhibido y floreciente) dulce, freak y monstruoso…

“Sizigia” tiene un algo de catálogo de parafilias (es un patrón de comportamiento sexual en el que la fuente predominante de placer se encuentra en objetos, situaciones, actividades o individuos atípicos. No existe un consenso para establecer un límite preciso entre el interés sexual inusual y la parafilia)  fotográficas. Porque su signo es la desnudez, la desmesura y el exceso. Uno, por la sobrecargada cuantía de las imágenes, tiene la sospecha fugaz de que tanto barroquismo visual es hipertrófico. Hasta que uno descubre que ése, justamente, es uno de los resortes cruciales de “Sizigia”: su apelación a la rítmica de los pleonasmos, al voraz pecado de la gula y al vicio del derroche y la excedencia.

Frente a tanta calculada exquisitez, y tanta edición sosamente pulida y depurada, he aquí un golpe bronco, un gancho al estómago, una sacudida seca, sobre la mesa.

El secreto es la paginación, el cataclismo en el que estalla la colisión de las imágenes, que es el intangible y vibrante corazón del libro. La belleza acre y la coreografía adusta que surgen del violento pugilato de esa paginación brutal, heredada  de Miguel Oriola,  es el tripi visual sobre el que cabalgamos todo el rato mirando abducido un libro inacabable que transcurre como un asombro continuo, pues en cada salto de páginas enfrentadas nos golpea, zis zas.

¿Algo más? Bueno, las deudoras sombras tutelares: Miguel Oriola, Michael Ackerman, Daido Moriyama,  Anders Petersen,  Ricky Dávila,….

Hasta para la invocación de sus sombras tutelares, Pako Pimienta es un círculo vicioso.

(Texto: Juan Maria Rodriguez)











































































(Continuará)

11/10/2019

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