¡Bienvenidos!

LA FOTOGRAFÍA,

el arte de dibujar con la luz, es un ejercicio de observación y el resultado un golpe de suerte. Una buena foto la hace cualquier maquina; una buena serie la hacen solo los fotógrafos. Cuidado, son verídicas y sin embargo mienten. Empiezas buscando la felicidad que te da conseguir una imagen única y bella, pero cuando te metes en el ajo te das cuenta que sin proyecto fotográfico no eres nadie

Dedicado a mi MARIBEL, por su apoyo.

LA MIRADA OBLICUA: JOSHUA IRWANDI

 2020/09/30

LA MIRADA OBLICUA

©Joshua Irwandi

 

GRACIELA DE OLIVERIA

Esta fotografía “ha sido recibida con fascinación y rechazo” comenta David Beard, e introduce en su nota opiniones del profesor Fred Ritchin: “Para mí, la imagen era de alguien a quien tiran, descartan, momifican, deshumanizan, otrorizan… La gente ha otrorizado a las personas que padecen el virus porque no quiere estar cerca del virus”.

El concepto de otredad es un producto de la antropología occidental y poco usado en las ciencias orientales. Se refiere a la conciencia de uno mismo en otra cultura; desde la fascinación y la exotización, se pasa a una mirada de rechazo de los otros, los que no tienen lo que nosotros tenemos. Pero, “cuando esos otros son nuestros vecinos”, quienes pueden transmitirnos el COVID-19, la otredad requiere profundizar las conciencias científicas, sociales y periodísticas. Porque para los que pueden vivir aislados, “son los otros quienes mueren” (Duchamp), sus números aumentan en las noticias que, en general, hacen un uso evolucionista de la relación nosotros-otros y crean una sinonimia de otredad con alteridad y aún con extrañamiento, todos términos fundamentales de las ciencias humanísticas.

El fotoperiodista Joshua Irwandi fue acusado en su país de “inventarse la noticia” y de ser “esclavo” de la Organización Mundial de la Salud. Sus comentarios (“nos hemos alejado de la intención fotoperiodística de mi imagen […] creo que voy a intentar pasar desapercibido un tiempo”)  traslucen la negativa alteridad (identificación con otro diferente) que esta historia reproduce de los lugares donde la pandemia se volvió incontrolable: países identificados con modelos neoliberales sacrifican vidas para salvar empresas; medios locales, tragados por el poder de autoridades neófitas o narcisistas, desinforman. Otros responsables de visibilizar para sensibilizar (campo del arte, ciencias sociales, humanidades) están alterados, y también entretenidos, haciendo algo desde casa para el entretenimiento de otros confinados.

Irwandi, pensando que “debemos reconocer el sacrificio y el riesgo que corren médicos y enfermeros”, y esperando que “esta imagen inste a los indonesios a extremar las precauciones y a salvar vidas”, practicó un extrañamiento (crítica autónoma, realizada desde los mecanismos internos de la propia disciplina) periodístico. El “extrañamiento no afecta a la percepción, sino a la presentación de la percepción”, dijo Shklovski al introducirlo en la crítica literaria en 1914. Las ciencias sociales lo redefinieron como una conciencia práctica que permite repensar nuestras perspectivas de análisis. En idioma español extrañamiento también significa notar la ausencia de algo o alguien. Todas nociones aplicables a la sensibilidad profesional y ética de Irwandi, que lo llevaron a tener que retirarse un tiempo. ¿Se sentirá solo como el personaje de su foto?

 

MARIANO HORENSTEIN

La imagen evoca la de una momia. Envuelta en polietileno en vez de vendas, se trata inequívocamente de un cuerpo inánime. El contexto define cómo leemos la fotografía: un cuerpo amortajado de plástico en una cama hospitalaria es un cuerpo que ha dejado de existir en el hospital; y pareciera que nadie merecería una foto así en este tiempo si no fuera por el bendito virus. Y no se ha preparado el cuerpo así para que viaje al país de los muertos intacto y goce de la buena compañía de los dioses, sino para que no se lleve otros cuerpos en su travesía.

Los de quienes han cuidado a esa persona mientras se pudo, en primer lugar, quienes lo han querido también. El cuerpo que levita sobre la misma cama donde quizás haya soltado el último soplo es un cuerpo que partirá solo.

Un costado atroz de la peste, de consecuencias aún difíciles de calcular, es la dilución del ritual de ver a quienes mueren, de conversar mientras se los despide, de bromear celebrando una vida mientras se llora una muerte. La muerte no es la misma hoy en día, y despedimos a nuestros muertos como si despacháramos paquetes para el ultramundo.

Si los otros están ausentes de la imagen, no lo está quien la captura. El fotógrafo elige participar de la fotografía, y quizás consuma así un nuevo ritual. Elige estar en un sobrio reflejo, en un punto virtual más allá de la ventana. Cada fotografía pone en juego una ética, y en este caso dice: el fotógrafo es parte de la fotografía que construye. Como Velázquez se pinta pintando en Las Meninas, elige no correr la cortina color mostaza y permanecer como un fantasma que dispara su cámara desde el fondo índigo. Como si quisiera mostrar que los muertos no deben estar solos.

Si tomar una fotografía, como temían los indígenas, implicaba capturar el alma del sujeto fotografiado, vaciando su cuerpo de vida, el fotógrafo quizás atrape el alma en el momento preciso que abandona el cuerpo. Y se convierte así en testigo y albacea y archivero. Y hace que, inventando una ceremonia que no existió, ofrezcamos palabras para nombrar la pérdida.

 

 

ROS BOISIER

El reflejo del fotógrafo en la ventana es el enlace con el que establezco un pacto de ‘verdad’ con esta fotografía de una persona fallecida por COVID-19 en una habitación de un hospital en Indonesia, y es lo que mantiene mi atención para dar forma a las ideas. No dudo ni sospecho de la transparencia informativa de la imagen porque asumo el propósito divulgativo del fotoperiodista Joshua Irwandi y el prestigio de National Geographic, medio publicador. Mi interés está lejos del impacto y de la polémica que ha suscitado la fotografía en la opinión pública, más bien se centra en la presencia del fotógrafo en la imagen y en su traje de protección sanitaria para acercarme a su experiencia humana más que al hecho noticioso en sí: ¿por qué reparo en el reflejo del fotógrafo y no en el cuerpo amortajado en plástico sobre la cama? Cuestiono ante esta pregunta mi sensibilidad y el estado de mi capacidad de asombro después de meses de consumo informativo sobre la pandemia: dosis elevadas de crisis, miedo, dolor y muerte.

El reflejo de Irwandi es clave para aproximarme a su experiencia personal porque puedo vincular su punto de vista y su imagen como una señal sensible que me permite empatizar con la escena por lo que evidencia, sugiere y oculta. Su reflejo es también el mío, por tanto en esta lectura surge un efecto de traslación que da sentido a su presencia y a la señal, puedo situarme en la escena al interiorizar e identificar lo que representa esta fotografía: el reclamo de las consecuencias sanitarias, políticas y sociales de la pandemia.

El reflejo de Joshua Irwandi en la ventana me ha permitido pensar en aquellas personas que arriesgan y han arriesgado sus vidas por salvarnos de la muerte. ¿Qué otros estímulos hubiesen surgido en mí si las cortinas estuvieran corridas?

 

 

LUIS GONZÁLEZ PALMA

La imagen es perturbadora. Nuestra mirada se dirige hacia un cuerpo que yace en la cama de un hospital. Con desconcierto percibimos que ese cuerpo ha sido cuidadosamente amortajado con una cinta plástica para que no sea fuente de contagio del virus que ha diezmado al mundo en los últimos meses. Ese cuerpo parece una larva atrapada por sus propios hilos, ha sido sujetado, empaquetado, manipulado, hasta ser transformado en un saco de gérmenes envasados. Con asombro nos percatamos que estamos frente a un cadáver que de alguna forma ha sido extrañamente domesticado.

Pienso que lo complejo de esta fotografía radica en que este cadáver amortajado simboliza nuestra condición de sujetos, es decir, personas moldeadas por patrones culturales, históricos y políticos. Estamos sujetos a las narrativas y a las fantasías que nos hacemos de nosotros mismos y a las que la sociedad ha hecho de nosotros. Al ver este cadáver advertimos que, independientemente de estas cintas de plástico que lo embalsaman, hubo otras mortajas invisibles, simbólicas, que lo sujetaron y lo normaron mucho antes de su muerte. Lo que ahora vemos en este cuerpo es simplemente la representación de un adoctrinamiento simbólico que ha pasado inadvertido a lo largo de su vida.

Percatarnos de que somos cuerpos regulados por ideologías de poder y disciplina y asumir que estamos sujetos a nuestros paradójicos deseos inconscientes nos genera cierto vértigo, ya que cuando las mortajas se vuelven visibles advertimos nuestras propias ataduras, convenciones, dependencias, y normativas culturales.

La repulsión que podemos sentir ante esta imagen proviene que ese cuerpo, atrapado en su propia historia, se vuelve inesperadamente simbólico, se transforma en una especie de espejo en donde sorpresivamente, y con cierto estupor, nos vemos reflejados.

 

Publicado en LUR

es una publicación de Muga, editorial especializada en teoría y escritos sobre fotografía


FOTOGRAFIA 200: ALFREDO OLIVA

Hace unos días, Alfredo hizo una entrada sobre la "Belleza de lo banal", poniendo como ejemplo esta fotografía suya que representa el llegar a la fotografía 200 de las que tengo recopiladas de este autor




El texto se puede resumir en estas frases:

Tienen algunos fotógrafos, el valioso don de revelarnos la belleza que se oculta tras las escenas más insignificantes.

Es ese el verdadero poder de la fotografía para dotar de alma a lo cotidiano y convertirlo en arte, un milagro que con frecuencia se escapa a todo intento de entendimiento o racionalización.

Son fotografías en las que nada ocurre, no hay movimiento, ni espectacularidad, ni aparente belleza, ni, por supuesto, ningún instante decisivo, pero que son capaces de captar toda la poética que encierra lo aparentemente vano.


Su colega Juan Mª Rodríguez, cita a Bernard Plossu para referirse a este concepto

Bernard Plossu choquea y desconcierta. Con sus “decisivos instantes de nada”, interpela al espectador con imágenes de apariencia trivial que a menudo pueden no detonar ninguna emoción.


He elegido además las siguientes fotografías con ese aura de la "belleza banal"















































FOTOGRAFIAS ICONICAS: WIM WENDERS

 2020/09/18

Lounge Painting 1, Gila Bend, Arizona, 1983



La fotografía, y el viaje que esta implica,  para Wim Wenders también ha sido  importante en su filmografía. Esto no solo se ve reflejado en la línea estética de los fotogramas, sino también en los lugares y escenarios que aparecen.

La película “Paris, Texas” (1984) podría considerarse uno de los ejemplos más claros de esto. Las imágenes del largometraje cautivan al espectador por sus colores, las escenas que retratan y las emociones que transmiten. ¿Quién no recuerda a Travis (interpretado por Harry Dean Stanton andando por el desierto de Texas bajo un sol de justicia?

Wenders tenía en la mano el guion de la que sería su próxima película y sabía que tenía que estar ambientada en el sur de Estados Unidos. Por este motivo se sumergió en un viaje por Texas, Arizona, Nuevo México y California acompañado únicamente de carretes Kodachrome y una Plaubel Makina 67. El resultado fue una odisea por carreteras secundarias, paisajes del sur profundo de EE.UU. y pueblos pequeños entre los cuales se encontraba, por supuesto, el París de Texas.

En ese viaje, Wenders quedó fascinado por los colores y la luz de las tierras sureñas de los Estados Unidos. El cineasta solo había visto ese tipo de imágenes en películas y no pensaba que pudieran ser reales hasta el momento preciso en el que las presenció. Paris, Texas  solo aparece en una fotografía que Travis lleva siempre encima. Gracias a ese viaje, el cineasta cuenta que conoció la luz real del sur de EE.UU., sus colores y su carácter. Paris, Texas no es solo un canto al amor imposible, al que lleva a la locura. También es una oda a la luz, a la oscuridad y a la vida que hay tras los paisajes del sur de EE.UU.

Una de las imágenes que más le llamó la atención es la capturada en un viejo hotel de Arizona. La escena muestra la recepción del negocio donde hay un sofá, una máquina de Coca-Cola y un cuadro. Wim Wenders cuenta que quedó fascinado con ese cuadro y pensó que con un plano igual daría inicio a Paris, Texas. “Lounge Painting 1” es el nombre de la famosa foto.