2020/11/18
LA MIRADA OBLICUA
“Detenerse, ver,
contemplar y pensar la imagen es un acto político que necesita ser elaborado
desde una poética que nos ayude a imaginar futuros posibles. Futuros cuyos
límites habrán de ser siempre contingentes y diversos”.
Luis González Palma
Yo fui ocupado por todo lo que perdí (Gabo
Ferro)
En estos viajes
propuestos por LUR a través de fotografías, ligadas por la pandemia, voy
tratando de develar ciertas conexiones entre la realidad que recorta cada
imagen, los diversos aislamientos y mis inquietudes actuales.
Matilde
Campodónico, fotógrafa, dice que todo ahora tiene que ver con el cuerpo, que no
nos podemos tocar, y es cierto.
Pero el acto de fotografiar siempre ha implicado
la distancia con el otro, ‘distancia’ que sabemos, tiene su lado oscuro. La
toma se queda con la imagen sin tocar al retratado, quien la mayoría de las
veces desconoce que fue capturado.
Otra distancia
es practicada por quienes vemos imágenes ya publicadas y las comentamos. Es
inevitable mirarlas a través de nuestro estado anímico presente y, en este
momento particular, queremos explicarnos algo de lo que nos está ocurriendo.
En los
registros actuales centrados en el aislamiento entre personas y lugares, percibo
ciertos mensajes vinculantes, cierta información inconsciente y colectiva. Porque la incertidumbre provoca una
supresión de futuro como ideal a lograr y trae un pasado que, tal vez, no
hubiera aparecido antes.
No hablo de
recuerdos (con los que trabajo mucho en mis investigaciones), sino del retorno
de anteriores microacciones que practicábamos sobre el cuerpo, la casa, el
patio, el barrio, los espacios abiertos de la ciudad. Y sí, en este contexto no
es raro tener la necesidad de vincular lo que se pueda, el pasado con el ahora,
el presente con la casa, la soledad con actividades inventadas (salir a
caminar, tomar fotos, escribir comentarios en las redes). Por eso, desde
una mirada oblicua y con imaginación, les invito a pensar otras
no-ficciones con estas coincidencias vinculadas a la ciudad y a la casa:
Una performance no
anunciada ocurre frente al Río de la Plata, un muchacho camina con una casa en
la cabeza por la simbólica rambla de Montevideo, la Rambla Sur. Expectante,
Matilde sale con su cámara a registrar escenas de la ciudad, una acción solitaria
quiere ser registrada; en Uruguay nunca hubo cuarentena obligatoria.
En Indonesia el
joven fotorreportero Joshua, afectado por un bombardeo mediático viral, se
retiró a la seguridad de su casa.
En Caracas, la
abuela Martina está siempre en su casa y tiene a su familia a salvo de la
pandemia.
En Montevideo
el muchacho-casa sale cada tanto al espacio público con una casa para los
pensamientos, suyos y nuestros.
MARIANO HORENSTEIN
La figura es la
de un militante introvertido a quien la fotógrafa sorprende mientras camina a
lo largo de la rambla. Podría ir de cara descubierta y aun escamotearle al otro
su ser, pero este muchacho toma precauciones y se oculta una y otra y otra vez.
Se oculta tras su barba, tras su barbijo, tras la máscara que se ha construido
y usa a modo de yelmo.
Es la
contraparte perfecta del rostro que se ofrece al fotógrafo en el estudio, o
incluso de aquel que se entrega fugazmente al cazador furtivo. Ese rostro que se entrega a quien lo
captura para construir una obra en colaboración.
Aquí quien
aparece en la imagen se ausenta mientras se deja ver, convertido en hombre
sándwich, en pancarta. Su proclama
ambulante, en la que quizás crea, es sin embargo un oxímoron o una burla:
invita a quedarse en casa mientras pasea a la vera del río.
El joven,
convertido en espectro o en caracol con su casa a cuestas, lleva escritas en sí
tres palabras que habrán definido una época. Mucho más que un eslogan, tres palabras que son una respuesta inmunitaria
social, y a la vez asunción de nuestra fragilidad.
Como un quijote
tímido recién apeado de su caballo, también nos habla de cómo las palabras y
las casas, además de las cosa, configuran nuestros pequeños mundos, cómo la
mente se ambienta amoldándose al espacio que la acoge, cómo lo familiar es la
matriz que esculpe silenciosamente nuestro cerebro.
Mientras, se
las ingenia para sentirse en casa en cualquier lado.
ROS BOISIER
Salir a la
calle y ser indignante. Escenificar una anécdota. Una anécdota peligrosa.
Indignante. Una figura que indigna y el paisaje que calma, que sana.
El paisaje a
pesar de todo.
La gracia.
Representación de lo ligero con mar de fondo. Encuadre de lo espontáneo, de lo
ordinario. Andar pausado, evadirse del mundo. ¿Por desprecio?, ¿por rebeldía?,
¿por inconsciencia? Ser indignante y no saberlo.
Ser ligeros
cuando la muerte nos apague, ligeros de un modo definitivo, radical, seres
profundamente ligeros. Ligeros con sentido.
Salir a la
calle y ser indignante. Indignar. La diadema de la ironía, hueca por simpatía.
La sonrisa del cómplice que NO se indigna. ¡Indignante!
Libertad,
respeto, tolerancia, igualdad, justicia. Recursos democráticos para seres
(in)civilizados, estandarte de la condición humana, de la estupidez encarnada
en sí misma, en la anécdota, en la (des)gracia. Democracia para hacer,
democracia para decir. Solidaridad para el vulnerable. Democracia para
empatizar. Para equilibrar.
No hay gracia.
No hay simpatía. Sí provocación por ironía. Muerte por imprudencia civil.
Salir a la
calle y ser indignante. Indignar. Ser imprudente.
Diagnóstico:
antipatía.
Salto al
horizonte. Calma en el paisaje. Contraste por equilibrio. Sosiego. Ver la
pillería e indignarse. Decencia en la denuncia. Violencia en la denuncia por
reproche. Reproche y violencia por antipatía. No hay gracia. No hay simpatía.
Hay imagen, hay
palabras, hay paisaje. Hay indignación por empatía.
Esta fotografía
nos presenta una gran ironía.
Puedo entender
la necesidad adolescente de desmantelar una medida social a partir de un gesto
performático, es decir, usando el cuerpo como medio para mostrar una
experiencia que no deja una huella escrita. Este gesto o acción sirve para
mostrar socialmente la paradoja: salir de casa, sin salir de ella. Esta casa,
más que una máscara es una especie de casco, lo protege, pero lo limita. ¿La
lleva a cuestas, o es ella la que lo lleva a él?
En realidad,
estamos sujetos a nuestras primeras experiencias, al espacio y al contexto en
donde las vivimos: la casa, su jardín, el barrio, el país. Usualmente utilizo
una frase que, de tanto mencionarla, me la he apropiado: “Nadie sale ileso de la infancia”. La utilizo porque intento decir
que la llevamos a cuesta y con ello nuestra visión del mundo, por muy limitada
o amplia que esta sea. Somos seres que vivimos a la intemperie, no hay albergue
posible que nos pueda proteger o aislar.
Si la
fotografía de este joven caminando por la calle hubiera sido tomada en un
momento ‘prepandémico’, ¿qué pensaríamos? Una posible lectura sería que, quien
tuvo la suerte de tener una casa, aunque quiera salir de ella,
independientemente de las condiciones en las que viva, no puede; de alguna
forma, siempre está en ella, ya que simbólicamente la lleva a cuestas aunque no
lo perciba, y viéndolo así, esta imagen es la representación visual de un
oxímoron.
Pienso que la idea de “casa”, en sentido
metafórico, es ese espacio/tiempo poroso en donde se construye la idea de hogar
y, por lo tanto, la de la relación con el otro y con el mundo. Es parte
constitutiva de nuestra subjetividad. Posiblemente lo que esta imagen
muestra es que es imposible resolver la paradoja (hecho contrario a la lógica)
que presenta porque siempre acarreamos la casa fundacional. Vagabundeamos por
la vida con la herida oculta, caminando por ciudades semivacías y
temerosas.
Para ser más
preciso, una de las preguntas que esta imagen me sugiere es: ¿no será que la
verdadera casa es el cráneo?
Publicado en LUR. Es una publicación de Muga, editorial
especializada en teoría y escritos sobre fotografía
La mirada oblicua es una iniciativa de Luis González Palma a la que invita a Graciela De Oliveria, creadora y directora del proyecto Demolicion /Construccion (Córdoba, Argentina), al psicoanalista Mariano Horenstein y a Ros Boisier, codirector de LUR, a “que escribamos sobre las imágenes de la pandemia del COVID-19 que considero relevantes de ser pensadas y verbalizadas” con el deseo de que “se genere un espacio de encuentro y diálogo en el que se reflexione y debata sobre las imágenes que configuran nuestra manera de ver el mundo en este momento de desconcierto e incertidumbre, pero también de resistencia y esperanza”.