2021/02/25
Para mí ha llegado a simbolizar el espacio del mundo. Allí lo descubrí deslumbrante y eterno, y cuando la vida me dio una visión nueva, inesperada de mortalidad, seguí amándolo desde su pérdida, y añorando en él su antiguo e imposible engaño divino.
Surge con extraña insistencia la contemplación de mi vejez en ella. Como si la vida hubiera que abocarse, en su final, a lo esencial: desde ella, agradecer todavía el distanciado esplendor de la naturaleza, mientras pugna porque retorne, en el naufragio de la memoria, su propio ser desvanecido, el fantasma de su existencia.
Texto: Francisco Brisnes
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