2020/06/11
RAFAEL NAVARRO (1970)
Joan Fontcuberta.
Los psicólogos
de la Gestalt descubrieron que el todo es más que la suma de las partes y este
principio se ha aplicado tanto a la percepción de campos visuales como a la
lectura de los más diversos mensajes. Incluso a nivel de creación plástica ha
resultado un recurso exuberante en posibilidades.
Entre los
ejemplos dignos de mención figuran sin lugar a dudas los trabajos que Rafael
Navarro ha denominado Dípticos.
Un díptico es
la articulación de dos imágenes, dos fotografías cuyas facultades descriptivas
y evocadoras sugieren significados nuevos cuando son colocadas yuxtapuestas. Pero
admitida esta combinación binaria como regla de partida, ahí es cuando empieza
verdaderamente la creatividad. Porque a lo largo de los distintos
aparejamientos emerge una dialéctica especial, a base de un sistema de
oposiciones tan claro como efectivo.
Presencia-ausencia,
materialidad-espiritualidad, la vida-muerte, materialidad-quietud, la luz
oscuridad, la calidez-frialdad. Estas oposiciones vienen a ser lugares comunes
en la combinatoria conceptual de los dípticos.
Pero detrás de
ese hilo reflexivo, detrás incluso de los símbolos más evidentes que
protagonizan las realizaciones de Rafael Navarro, lo que debe interesarnos más
vivamente es el contenido poético que se genera. Y esto no es traducible a
palabras. Hay que descubrirlo en la sensualidad de los detalles y de sus
calidades de gama, en los contrastes de líneas y tonos, en la magia de los
encuadres, etc., a los que el shock producido por la confrontación de
las dos imágenes les sirve sólo de caja de resonancia.
Lo importante
es que cada díptico es la plasmación de unos sentimientos. Reconocemos el
misterio, la solitud, la melancolía, la ira, la placidez, el humor, la angustia
y muchos otros, en esa especie de viaje a la intimidad del fotógrafo.
Así los
dípticos de Rafael Navarro no sólo nos invitan a reflexionar sobre la expresión
visual, sino también a compartir unas sentidas experiencias interiores.
Michèle Chomette
Cada
uno de estos dípticos constituye una ecuación compuesta por dos extractos de lo
real, destinada a formar un conjunto construido como una imagen única
representativa de una realidad interior (meta-realidad), cuya pre-visualización
es muy anterior y se apoya en un croquis.
En cualquier
caso, el resultado final posee un fuerte poder de comunicación así como una
gran claridad de lectura, aún cuando al autor le guste jugar con las
transposiciones y practicar alguna metodología del misterio. Cada uno puede
fácilmente participar, duplicando su placer visual con una inmediata
comprensión, satisfacción intelectual directa y gratificante, pues el espíritu
camina con facilidad en el filo de la construcción gráfica, planteándose buenas
preguntas de entrada en juego y encontrando respuestas a medida que va penetrando
en las imágenes con la justa y necesaria excitación, sin conocer jamás el
sentimiento de fracaso que hubiera podido ocasionar demasiado hermetismo.
Por otra parte,
en el plano puramente artístico, esta serie de dípticos constituye una
excelente demostración de las especificaciones del medio en el tratamiento de
lo real: aunque no sea para Rafael Navarro la meta perseguida sino una
componente necesaria a su tentativa de transposición, pudiendo pasar por etapas
primeras de representación como un paisaje, una arquitectura, una escena cuya
elección, por supuesto, no es inocente, prueba de su aptitud para la
constatación.
Contrariamente
a una de las características propias de la imagen fotográfica, que consiste en
encerrar en un cuadro una parte del todo y del cuál se tiene tanta consciencia
que a uno no le cuesta nada «ver» más allá de los bordes de la imagen, Rafael
Navarro enfoca toda nuestra atención en una composición central. Concibe cada
fotografía no como un cuadro en el sentido pictórico, que por definición posee
una existencia autónoma completamente separada de cualquier prolongación
periférica, ni tampoco como un plano cinematográfico, donde lo que pasa antes,
después o alrededor guarda siempre una presencia activa, sino más bien como un
cuadro en el sentido teatral, que contiene todos los datos y retiene a los
personajes en un decorado restringido respetando la unidad de acción, de lugar
y de tiempo, o digamos más bien de un cuadro alter ego que se vería y
se viviría a la vez por el lado del patio y del jardín. Cada díptico se vive
aisladamente, intrínsecamente, no tiene nunca valor de toma ni es un extracto
de un mundo más ancho, no
requiere ni tampoco admite infiltraciones visuales venidas de fuera, y no
reacciona por carambola o en cascada con los demás, exceptuando evidentes
rebotes de temática, pues no se trata de un trabajo seriado.
Las
fuentes de inspiración de Rafael Navarro, como ya he mencionado anteriormente,
gravitan alrededor de un haz de motivaciones subjetivas que alumbran algunas
temáticas mayores que él declina de un díptico a otro, privilegiando algunos
motivos con valor de signo, ciertos tipos de acercamiento o de confrontación, y
acentuando su propósito por el empleo de líneas de fuerza que obedecen a reglas
muy simples: la redundancia horizontal, la triangulación voluntaria y la curva
huidiza.
He aquí sus
principales figuras y leitmotiv:
El obstáculo
(muro, reja, jaula) es soledad, separación, privación de libertad,
incomunicabilidad.
La oclusión
(máscara, velo, ventana, ausencia de mirada) es pérdida o rechazo de identidad,
obsesión por el secreto.
El agujero (hendidura,
torbellino, abismo) es peligro, renunciamiento, olvido.
El paso
(escalera, puente, pasarela, boquete, carretera) es escapatoria, huida-impulso,
esperanza, sentido impuesto.
El bucle
(collar, ornamento, pivote) es seducción, dominio-alternancia, ciclo.
Lo vegetal
(árbol, plantas, raíces) es referencia, filiación, crecimiento-abrazo,
fijación, tumba.
La materia
(agua, cielo, tierra, roca) es despegue de lo imaginario, deseo de estabilidad,
búsqueda del absoluto.
La mano es
llamada o rechazo, unión o amenaza, encuentro o ruptura, el otro por
definición.
La mujer
(cuerpo/árbol, cuerpo/objeto, cuerpo/éter) es manantial, tentación, pureza,
prohibido.
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