¡Bienvenidos!

LA FOTOGRAFÍA,

el arte de dibujar con la luz, es un ejercicio de observación y el resultado un golpe de suerte. Una buena foto la hace cualquier maquina; una buena serie la hacen solo los fotógrafos. Cuidado, son verídicas y sin embargo mienten. Empiezas buscando la felicidad que te da conseguir una imagen única y bella, pero cuando te metes en el ajo te das cuenta que sin proyecto fotográfico no eres nadie

Dedicado a mi MARIBEL, por su apoyo.

BARES

 2021/01/20

Texto: Kiko Amat

Fotografía: Anders Petersen / Café Lehmitz




Seguimos en un bar. Solo estamos dos: Seda y yo.

Por primera vez en mi adolescencia y juventud me siento, como diría Marco Aurelio en sus "Meditaciones", satisfecho conmigo mismo, bien adaptado a la vida social y en perfecta armonía con los dioses. Cuando digo vida social quiero decir tribal, naturalmente; y cuando digo en armonía con los dioses quiero decir ligeramente borracho; pero lo de que estoy satisfecho conmigo mismo, sí puede tomarse en modo literal.

Seda me está destruyendo al futbolín, pero no puedo dejar de reírme. Me brillan o lloran los ojos. Mucha gente  se pasa media vida deseando estar en otro lugar; yo no. Estar aquí, ahora, en este bar, es todo lo que deseo hacer. No me importan los estudios, ya no quiero a mis padres, me la trae sin cuidado el porvenir.

Si tuviese la forma de articularlo a mis diecisiete, le contaría a mi amigo lo contento que estoy en aquel preciso momento, habiendo hallado mi destino, mi mundo, mi verdadera familia. Pero no encuentro las palabras, y las sensaciones que surfean por mi estómago son demasiado complejas para transformarlas en lenguaje. Carezco todavía de la precisión en la expresión, que chicos en otras clases sociales adquieren por vía sanguínea, por derecho nobiliario, pero que a mí me costará medía vida de lectura, escrituras y preguntas, tallar en la forma deseada, ideal, final.

Seda realiza un movimiento brusco de muñeca; veo su piel peluda y cérea asomando por debajo del puño elástico de su bómber verde. Uno de sus delanteros mueve ambas piernas a la vez, rígido como un cadáver, las impulsa hacia delante, y la bola de baquelita se mete en la portería con un cloc sordo y fuerte. La escuchamos rebotar por las tripas de madera del futbolín. Seda levanta la cabeza y me mira y se ríe y exclama

¡Ja, a chuparla!

Potra, le digo yo.

¿Qué, vamos a otro bar?, me pregunta al momento, metiéndose la mano en el bolsillo de los vaqueros, ¿o hacemos otra?

Y yo le digo: va, otra.

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