2022/06/01
“La función de
la fotografía no consiste en ofrecer placer estético sino en proporcionar
verdades visuales sobre el mundo”
(Alfred Stieglitz)
Las ilusiones
ópticas forman parte del mundo de la magia y de ello se vale esta disciplina
para crear eso que se llama “números de magia”. Pero en este mundo ya sabemos
que, aunque no tengamos una explicación al truco realizado, nuestro cerebro
entiende que hay un juego, que no hay engaño.
La
fotografía a lo largo de la historia, desde su aparición, ha estado ligada a la
verdad, a la “verdad fotográfica”. Las comillas tienen el sentido de que existe
una desconfianza a la legitimación del relato creado por medio de una fotografía.
La fotografia que se adjunta, poco importa, pero es un ejemplo de las ficciones
que se pueden hacer, muchas veces intencionadas
mentiras, por medio de las fotografías. Y las dudas generan argumentos sobre su
dudosa fiabilidad.
Nuestro
cerebro interpreta la imagen procedente de nuestros ojos. ¿Y cómo la interpreta?,
¿Cómo un montaje?, ¿Como algo real?. Quizás no deberíamos decir en este caso “real”,
y decir más bien como una “ilusión”. La disonancia cognitiva ya está creada
entonces en nuestro cerebro, y cuando esto ocurre tendremos a observadores que verán
un montaje o una ilusión (que está ligada en este caso a verdad).
En palabras
de Joan Fontcuberta, “hay que considerar a la fotografía como una cultura de la
visión, una cultura conformada por una serie de pilares conceptuales como la
verdad, la memoria y la identidad”.
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