El
fotógrafo Czuko Williams (Madrid, 1971) ríe al reconocer que su verdadero
nombre de pila "es un secreto". Destaca de sí mismo es que es
"curioso". Y "freelance por libertad". Estudió Historia
"porque era una formación más amplia que Periodismo y llenaba huecos que
tenía". Fue profesor universitario durante cuatro años. "Pero esa es
una parte de mi vida que dejé aparcada". Lo dejó y punto. Antes, durante y
después de esa etapa docente, Williams era y es, sobre todo, fotoperiodista.
Bregado en conflictos sociales y económicos fuera de España, Siria, Ucrania o
Filipinas han sido algunos de sus destinos. Fue en 2008, en París, cuando posó
su curiosidad en una realidad más cercana, pero invisible; la de las personas
sin hogar en grandes ciudades europeas. En 2011, tres años después de darle
vueltas en su cabeza al asunto, comenzó la serie en Madrid. Una conversación
con un antiguo vigilante de seguridad venido a menos, un sin techo cuando
Williams le conoció, le dio la clave conceptual y el nombre a este trabajo -'El
hotel de las estrellas'- que le ha hecho quedar finalista de los Premios Luis
Valtueña de Fotografía Humanitaria. "Abandoné prácticamente todo lo hecho
y volví a empezar. Había que cumplir varias premisas: mantener en lo posible el
anonimato de aquellos que así lo querían; retratar ese mísero y terrible hotel
en el que la sociedad hipócrita los ha recluido hasta hacerlos invisibles;
contextualizar ese hotel de miseria y soledad; devolver la dignidad y la
visibilidad al ser humano retratado", detalla. No cree que él solo vaya a
cambiar el mundo con sus imágenes, pero sí tiene una certeza: "Que
preguntándonos cosas y haciendo visible lo que permanece oscuro contribuimos al
cambio global". Los pies de las fotos que siguen son de su puño y letra
Suite
“Benetton”. Calle Gran Vía, 41. Madrid
A lo largo
de la ciudad, hay suites que son más codiciadas que otras. Las características
de la habitación no cambian demasiado; pero hay espacios que, por cuestiones
como su iluminación o su ubicación céntrica, son más buscados por aquellos que
habitan el hotel de las estrellas.
Suite “El
Corte Inglés”. Calle Preciados, 1. Madrid
Esta
imagen me golpeó como una maza. Mientras la “realidad” discurría alrededor de
una de las calles más céntricas y transitadas de Madrid durante la Navidad, esa
otra realidad paralela en la que vive inmerso Manuel se imponía ante mi cámara
por encima de su invisibilidad. Pasé casi una hora allí, frente a Manuel. Había
hablado con él en otra suite hacía unas semanas. Ahora dormía, desmadejado, y
nadie lo veía. Era realmente invisible. La vida continuaba a su alrededor como
si él y yo estuviésemos atrapados en una dimensión paralela y traslúcida.
Suite “El
Raval”. Museo de arte contemporáneo. Barcelona
Esta imagen trata de mostrar una evidencia incómoda. El Hotel de las Estrellas es la mayor franquicia de soledad y desamparo del mundo. Un hotel uniformizado en el que se usan los mismos colchones, las mismas almohadas y una suerte variada de mantas o enseres. También contiene esta imagen un punto común con otras suites. Un punto ciertamente interesante para mí. El Hotel de las Estrellas admite mascotas. Importante porque, a veces, la soledad humana es más llevadera con la compañía de alguien que no te juzgará ni por tu aspecto, ni por tu riqueza, ni por el espacio en el que vivas.
Esta imagen trata de mostrar una evidencia incómoda. El Hotel de las Estrellas es la mayor franquicia de soledad y desamparo del mundo. Un hotel uniformizado en el que se usan los mismos colchones, las mismas almohadas y una suerte variada de mantas o enseres. También contiene esta imagen un punto común con otras suites. Un punto ciertamente interesante para mí. El Hotel de las Estrellas admite mascotas. Importante porque, a veces, la soledad humana es más llevadera con la compañía de alguien que no te juzgará ni por tu aspecto, ni por tu riqueza, ni por el espacio en el que vivas.
Suite
“Palacio de la Música”. Calle Gran Vía, 35. Madrid
El
Palacio de la Música suele tener ocupadas sus suites de forma ininterrumpida a
lo largo del año. Este lugar simboliza la tiranía de los mercados. Un espacio
robado a la sociedad, completamente vacío durante años, adquirido y gestionado
por una entidad bancaria a través de su “Obra Social” y que desde hace años no
cumple ninguna labor social ni humanamente digna. Un espacio a la espera de la
“revalorización” para que su venta genere beneficios que, esta vez, tampoco
acabarán beneficiando a la sociedad.
Suite
“Palacio de la Música 2”. Calle de la Abada, 16. Madrid
Esta imagen es el reverso que complementa aquello que no es evidente, lo que no vemos. Una persona sin hogar viaja ligera. Lo impone su realidad. A veces, lo puesto es todo cuanto posee. Otras ocasiones, como en este caso, el despliegue de efectos personales hace evidente lo que de otro modo pasaría desapercibido: la existencia de un ser humano tras el enrejado.
Esta imagen es el reverso que complementa aquello que no es evidente, lo que no vemos. Una persona sin hogar viaja ligera. Lo impone su realidad. A veces, lo puesto es todo cuanto posee. Otras ocasiones, como en este caso, el despliegue de efectos personales hace evidente lo que de otro modo pasaría desapercibido: la existencia de un ser humano tras el enrejado.
Suite
“Bankia”. Calle Gran Vía, 44. Madrid
Esta imagen capta el absurdo del sistema financiero. En una misma suite conviven la riqueza con la miseria más absoluta. El dinamismo del cajero automático visitado por centenares de personas a lo largo del día que, sin embargo, en muy pocas ocasiones reparan en la realidad que se dibuja ante ellos. Aquél día pensé, como tantas veces, que podría ser hermoso que por cada transacción económica realizada en cada uno de esos cajeros un rayo de comprensión iluminase la mirada del ciudadano y que esa luz nueva le enseñase a ver que detrás de la miseria, muchas veces, se esconde la desigualdad social y la injusticia. Que esa luz hiciese visible lo invisible.
Esta imagen capta el absurdo del sistema financiero. En una misma suite conviven la riqueza con la miseria más absoluta. El dinamismo del cajero automático visitado por centenares de personas a lo largo del día que, sin embargo, en muy pocas ocasiones reparan en la realidad que se dibuja ante ellos. Aquél día pensé, como tantas veces, que podría ser hermoso que por cada transacción económica realizada en cada uno de esos cajeros un rayo de comprensión iluminase la mirada del ciudadano y que esa luz nueva le enseñase a ver que detrás de la miseria, muchas veces, se esconde la desigualdad social y la injusticia. Que esa luz hiciese visible lo invisible.
Suite
“Capitol”. Calle Gran Vía, 43. Madrid
Juan y Lourdes, sin más. Recuerdo el día que Lourdes “adoptó” a aquél gatito. Le pregunté si no sería una carga añadida dar de comer al minino. Ella se rió diciendo “de hambre no se va a morir”. Entonces Lourdes ya estaba muy enferma. Pero se negaba a apartarse de Juan. Poca gente era capaz de advertir el profundo deterioro de la mujer, el avance galopante de la neumonía, no ya como enfermedad, sino como estigma de una vida de privación y abandono. Lourdes había dejado de tomar los retrovirales. La última vez que hablé con ella la noté lúcida. “Estoy cansada. A ver si pasas mañana”, fue lo último que me dijo. Mañana resultó ser demasiado tiempo.
Juan y Lourdes, sin más. Recuerdo el día que Lourdes “adoptó” a aquél gatito. Le pregunté si no sería una carga añadida dar de comer al minino. Ella se rió diciendo “de hambre no se va a morir”. Entonces Lourdes ya estaba muy enferma. Pero se negaba a apartarse de Juan. Poca gente era capaz de advertir el profundo deterioro de la mujer, el avance galopante de la neumonía, no ya como enfermedad, sino como estigma de una vida de privación y abandono. Lourdes había dejado de tomar los retrovirales. La última vez que hablé con ella la noté lúcida. “Estoy cansada. A ver si pasas mañana”, fue lo último que me dijo. Mañana resultó ser demasiado tiempo.
Suite
“Nadisar”. Calle Alcalá, 94. Madrid
La pareja había sido desahuciada unas semanas antes de que yo les tomase esta fotografía en 2011. Ellos me contaron, una semana después, que habían perdido la vivienda porque no pudieron seguir pagando la hipoteca. Los dos estaban sin trabajo y habían conseguido mantenerse unos meses con ayuda de familiares y amigos, y recurriendo a la mendicidad. Desde entonces, saltaban de suite en suite por Madrid, aunque tenían pensado abandonar la ciudad. La exclusión social te aboca a una espiral crítica en la que se entremezclan todos los males y que conduce, inexorablemente, a la miseria. “Llega un momento en el que te das cuenta de que estás tan fuera del sistema que sabes que ya no habrá más oportunidades”.
La pareja había sido desahuciada unas semanas antes de que yo les tomase esta fotografía en 2011. Ellos me contaron, una semana después, que habían perdido la vivienda porque no pudieron seguir pagando la hipoteca. Los dos estaban sin trabajo y habían conseguido mantenerse unos meses con ayuda de familiares y amigos, y recurriendo a la mendicidad. Desde entonces, saltaban de suite en suite por Madrid, aunque tenían pensado abandonar la ciudad. La exclusión social te aboca a una espiral crítica en la que se entremezclan todos los males y que conduce, inexorablemente, a la miseria. “Llega un momento en el que te das cuenta de que estás tan fuera del sistema que sabes que ya no habrá más oportunidades”.
Suite “El
Parque”. Parque de la Fuente del Berro. Madrid
Hay suites de este Hotel con vistas al campo. Algo tan bucólico que contrasta con la realidad de la dureza de la vida en la calle. Un banco puede parecer más amable que una acera. Algunas de las veces que he visitado a los huéspedes de las suites de este parque, me ha sorprendido la forma en que la gente corriente puede llegar a vivir ajena a la realidad que le rodea. Una mañana, una niña de no más de cinco años preguntaba a su abuelo: “¿Quién es ese señor?”. A lo que el abuelo contestó de forma lacónica: “Nadie, hija. No es nadie”. Cuestión zanjada.
Hay suites de este Hotel con vistas al campo. Algo tan bucólico que contrasta con la realidad de la dureza de la vida en la calle. Un banco puede parecer más amable que una acera. Algunas de las veces que he visitado a los huéspedes de las suites de este parque, me ha sorprendido la forma en que la gente corriente puede llegar a vivir ajena a la realidad que le rodea. Una mañana, una niña de no más de cinco años preguntaba a su abuelo: “¿Quién es ese señor?”. A lo que el abuelo contestó de forma lacónica: “Nadie, hija. No es nadie”. Cuestión zanjada.
Suite
“Benetton”. Memorial efímero a Lourdes Vilches. Madrid
Pocas
semanas después de que el Académico Arturo Pérez Reverte escribiese su
lamentable panfleto contra Lourdes y Juan, ésta moría en la calle, en la misma
suite que ocupaba cada día desde hacía algo más de un año. El frío y la
desatención se confabularon para que se hiciese realidad la profecía de Pérez
Reverte. Con la muerte de Lourdes y la velada amenaza sobre ellos, Juan se vio
obligado a cambiar de suite. Los “mendigos” desaparecieron de una calle pocas
veces transitadas por el excelso adalid de la bravuconería literaria. Punto y
final.
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