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LA FOTOGRAFÍA,

el arte de dibujar con la luz, es un ejercicio de observación y el resultado un golpe de suerte. Una buena foto la hace cualquier maquina; una buena serie la hacen solo los fotógrafos. Cuidado, son verídicas y sin embargo mienten. Empiezas buscando la felicidad que te da conseguir una imagen única y bella, pero cuando te metes en el ajo te das cuenta que sin proyecto fotográfico no eres nadie

Dedicado a mi MARIBEL, por su apoyo.

RELATOS ENTORNO A LO FOTOGRÁFICO: RETRATOS SIN ROSTRO

 2023/01/14

"Como seres humanos, estamos tan en sintonía con la identificación de rostros, que es muy poco lo que se necesita para que una cara emerja"

Estamos acostumbrados, desde el principio de los tiempos, a considerar el retrato como una representación de la figura humana que incluye casi de manera inevitable el rostro de la persona retratada. Cuando pensamos en un retrato siempre nos viene a la cabeza la imagen del rostro de una persona, en la que su mirada es la clave. Pero... quizás también se pueda sugerir facetas de alguien mostrado sin rostro reconocible. En un retrato sin rostro cobrarán especial importancia todas aquellas pistas que aparezcan en el contexto de la toma, y además estaremos creando tomas abiertas a la interpretación. 

Dice Blas Gonzalez que en una ocasión uno de sus tutores le dijo que fotografiar a la gente por la espalda no tenía ningún interés. Evidentemente, a efectos de identificar al personal la nuca no resulta muy conveniente, pero existen destacados ejemplos de imágenes donde se muestran personas desde esa perspectiva, situando el punto de interés en otros elementos de la composición y otorgan valor de significado a la relación del sujeto post-retratado con su entorno.

Quizá el retrato, si podemos llamarlo así, más conocido sea la fotografía que William Eggleston tomó en 1965 de una mujer conversando en un café de Memphis.


William Eggleston

Vemos la nuca de la mujer, despejada por un elaborado recogido del cabello y adornada con un collar de perlas. Alguien se sienta enfrente y ambos, pitillo en mano, parecen disfrutar de una relajada sobremesa. El asiento verde "Eggleston", estructura y organiza los planos de una composición, en la que el interés de la imagen, además de en la maestría formal, quizá tenga que más que ver con lo que somos capaces de ver en una imagen, cuando nos liberamos del terrible hábito de querer identificar todo. Bendita ambigüedad.



Esta elección en la fotógrafa finlándesa Marjaana Kella, subvierte los términos del retrato de estudio al situar al sujeto de espaldas a la cámara. La riqueza dialéctica que proporciona la fotografía de calle para construir significados entre la figura y su entorno, desaparece en el estudio, donde el fondo liso excluye dicha posibilidad. En el sujeto se concentra y reduce toda la atención, pero el espectador apenas dispone de las superficies dominadas por el color y la textura de los cabellos y los vestidos, o el juego de formas y volúmenes que sugieren los peinados y la constitución de cada individuo. La identificación ya no forma parte del juego y esto, sin duda, cuestiona nuestra relación con el propio medio fotográfico.

A principio de los ochenta, cuando Agnès Varda ofrecía a un espectador comentar durante un minuto una imagen propuesta, el proceso inevitablemente comenzaba con los esfuerzos de estos por intentar identificar el contenido de las imágenes: reconocer las personas, los lugares y las situaciones. Así es la naturaleza de nuestra relación con el medio fotográfico, la de referente de la realidad. 

Marjaana Kella

Estos “retratos” sin rostro pueden ser algo más que ejercicios estéticos y ser leídos perfectamente desde un plano más conceptual o incluso existencial. En los excesos visuales que dominan a las sociedades occidentales, donde el individuo refrenda su presencia social con la propia imagen, ciertos colectivos pueden estar en riesgo de exclusión visual. La doctrina ideológica la dictan las grandes corporaciones y oscuros intereses de los mercados deciden quién debe de ser visto, cuando y de qué forma. La ubiquidad e incontinencia visual de los individuos no se ha traducido, lamentablemente, en una mayor presencia y consideración de las personas, que se han convertido en la sustancia anónima que alimenta los índices macroeconómicos y apenas inquieta a quienes toman las grandes decisiones geopolíticas y ambientales.


Retratos sin rostros aparentes es un ejercicio mental, para trabajar desde nuestras creencias personales, e intentar completar al individuo que tenemos delante. Donde el detalle, el vestuario, los objetos relacionados con la persona y su cuerpo, facilitarán en cierto sentido nociones del tipo de persona que creemos que puede ser y la clase social a la que pertenece. Y en el cual los atributos físicos de cada individuo complementan esa otra parte invisible de mi obra sin rostro aparente. 

 

Manuel Ibañez













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