2023/02/01
Una fotografía tiene que ser simple; si hay demasiada información habrá menos espacio para la imaginación. Una fotografía necesita tener luz y sombra. La luz será quien centre el foco de la información importante, mientras que la sombra suprimirá la información innecesaria para dejar paso a la imaginación.
(Walter Belfiore)
©
Francisco Lopez Morante
Hay quienes utilizan el adjetivo de “bonita” para las fotografías de corte paisajístico o de naturaleza, con una cierta connotancia peyorativa. La fotografía de paisaje, muy utilizada por los fotógrafos aficionados, puede interesar o no al espectador, y hasta puede no gustar. Pero una imagen fotográfica no puede llevar un corsé por el simple hecho de asociarse a una disciplina en concreto. Su valía o no, habrá que medirla por sus valores intrínsecos como voy a ejercer en la imagen fotográfica que traigo a esta entrada.
Soy de los que no estoy muy interesado en la disciplina
paisajística, pero hay fotografías que trascienden más allá, a veces más allá
de la propia intención del autor y del ámbito donde la podemos situar. No pude
por menos pararme a observarla, y la sola detención no se debió a que me
resultara “bonita”, una detención por la sola exaltación de la belleza. Para mi
tiene más bien un sentido o alcance poético, o al menos me lleva a este mundo,
que no solo está vinculado a la literatura.
Una imagen fotográfica a la que sitúo dentro del concepto
de minimalismo. Un recurso estético y compositivo, al que se añade la
utilización del B/N, para que el color no distraiga otras percepciones. Las geometrías
de la estructura arbórea, que dominan la escena, y se desmenuzan en un
entramado sin fin, casi líneas imperceptibles; una desconstrucción del cuerpo
de los arboles motivada por el inexorable otoño; sombras dormidas esperando su
momento de que vuelva la ansiada primavera; sombras que brillan oscuras sobre
un lienzo de luz que denota estar iluminado por un foco saliendo de la
propia tierra.
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