Cadiz es como una peninsula, rodeada de espigones por todas parte menos por una: la Caleta.
Tan pequeño espacio, donde caben barcas y pescadores, bañistas y paseantes y ... arte y magia. Magia, mucha
magia. Tanta, que ya lo cantaba el gran Carlos Cano: "las olas de La Caleta
que es plata quieta, rompían contra las rocas de aquel paseo que al bamboleo de
aquellas bocas allí le llaman El Malecón..."
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