¿SE QUEDAN CORTAS LAS PALABRAS, PARA DESCRIBIR LAS EMOCIONES QUE PROVOCAN?
Esta entrada tiene un motivo. Apelar a la necesidad de tener un discurso para saber explicar las emociones.
Es la transcripción de la entrevista realizada en el programa de radio de FULL FRAME. Alli, Ricky Dávila se expresa con palabras, para nada aturullaras, haciendo un circunloquio con ellas para expresar sus vínculos con la fotografía.
Hoy no hay fotografías, solo una. Hoy solo hay cabida, para el espacio de las palabras.
FULL FRAME 03
Dirige y presenta Juan Maria Rodriguez
31/01/2018
Riky, empezaste como fotoperiodista, pero lo dejas muy pronto.
No es tanto
dejarlo. Es una evolución natural; un ciclo corto en el que aprendí mucho. Tuvo
su momento. El fotoperiodismo no es un marco de expresión personal.
¿Y de ahí derivas a…?
Hay una
evolución del fotoperiodismo al documentalismo más amplio, en un sentido
genérico.
Tú dices que el documentalismo es ficcional.
Lo que pasa, y
hoy en día más, es que las barreras entre lo real y la ficción se están
diluyendo mucho. Hay un documentalismo de nueva generación, que juega con el
lenguaje de la ficción.
Es una cuestión
de semántica (teoría
lingüística generativa, componente de la gramática que interpreta la
significación de los enunciados generados por la sintaxis y el léxico) y de epígrafe (título, rótulo que encabeza
un capítulo o cualquier subdivisión de un escrito). Si hay voluntariedad de
sinceramiento todo vale.
Mira
qué declaración más estupenda: “Mi relación con lo real antes estaba más
atravesada por la idea del pugilato, de la lucha. Ahora es mucho más de baile
que de colisión. Antes, cuando todavía tenía alguna pretensión informativa en
lo que hacía, sufría es tensión. Actualmente se trata de buscar
correspondencias emocionales en el entorno”.
Iba
a decir, ¡qué bueno!; pero me acabo de acordar que esa frase es mía.
Si,
efectivamente tiene que ver ahora más
con la danza que con el encono.
Me
encanta la idea de un fotógrafo danzando; la idea de baile.
Hay
un ensayo maravilloso de Miyamoto Musashi, maestro samuray del siglo XVI, que
habla mucho de la danza como ejercicio de penetración; una forma de hacerse con
la realidad.
Tienes
a cuatro fotógrafos como referentes: Daido Moriyama, Anders Petersen, Garcia
Alix, Antoine D’Agata.
Uno acumula
años en los retrovisores, que es un putadón, pero es lo que hay. Tiene una cosa
buena, yo me he dado cuenta que con el paso del tiempo, que si la dialéctica
creativa es vital, uno va mudando de héroes. A mi estos, me han ayudado a mirar
de un modo enorme en su momento. Creo que han sido en su momento los mejores
humanistas de nueva generación que ha habido, y efectivamente han sido para mí
referenciales en una época. Pero también es cierto que hay una segunda
generación de referentes que no voy a decir que los han superado, y es que uno va encontrando respuestas a ciertas
cosas y cambias las preguntas.
Lo importante
es tener la reserva poblada de pequeños héroes a los que sigues la estela de su
trabajo, y a la que vas a su rebufo.
Yo hace tiempo
que abandoné la estela de la ortodoxia fotográfica. Hace tiempo que las
influencias vienen de fuera de la fotografía, no del marco puramente
fotográfico. Vienen de la poesía, de la narrativa,… de muchos registros.
Hay un momento
que te das cuenta que prefieres sacrificar la ortodoxia fotográfica, para sacar
mis emociones, que sacrificar mis emociones para cumplir con la ortodoxia
fotográfica. Ahí es cuando simplemente cumples años, y todas esas cosas por las
que has sentido mucha afinidad, están formando parte de tu genética creativa.
Ha habido un
detonante en una época de mi vida, en la que se mezclaban referentes, como
Dario Villalba, una referencia crucial del arte español contemporáneo y uno de
los pocos artistas que se han sabido definir con tanta radicalidad un terreno
plástico propio, que se mezclaba con mi propio hijo. Y en aes especie de nuevo
cosmos de héroes ocurren muchas cosas,
muchos detonantes.
Por ejemplo, el
empleo de la poesía escrita coincide en una época en que empieza a hablar mi
hijo. Los críos hay un momento en su vida en que se refieren a las cosas más
por el sonido de sus palabras que por su significado. En lugar de decir
autobús, dicen altobus.
Vas haciendo
preguntas a ciertas cosas y mudando hábitos. Hay zonas de confort que decidimos
en un momento abandonar, descubrir nuevos territorios. Si la dialéctica
creativa germina, esa interpelación, ese cosquilleo hay que mantenerlo todo el
rato.
¿Qué límites tienes en esta evolución?
Sí que hay límites.
Por ejemplo en cuanto a mantener unas ciertas premisas de sinceramiento. Uno no
puede perder la condición de la expresividad visual y escrita. Siempre estas
preocupado de que haya una cierta inteligencia por parte de alguien que está al
otro lado.
Uno con el paso
del tiempo, cobra conciencia de que en el acto de pura creación, todos somos muy
malos gestores de nuestra propia libertad; y ahí es donde las fronteras, en las
que muchas veces nos desenvolvemos, son más estrictas de lo que en realidad
podrían ser. Se trata simplemente de gestionar mejor la libertad de uno, porque
al final esto, de la cuestión de la creación, no es más que habilitarse a uno un territorio para poder jugar al juego
de la recreación.
Otra cosa es
trabajar por servicio y comisión, y en los entornos donde las cosas tienen unas
reglas. Ahí trabajas para perspectiva de otros.
Pero en el
ejercicio de acción creativa hay que hace como un acto de resistencia, no como
promoción
Tú te has habilitado a ese espacio, como por ejemplo los cuadernos de
Remo Vilado
Eso se me ha
ido de las manos. No asumo ninguna responsabilidad
Ese autor
furtivo y huidizo que cual quijote descabalgado no tiene más armas que una
libreta de notas y una cámara fotográfica, que me recuerda mucho a un tal Riky
Davila.
Para ti ¿estableces jerarquía entre la imagen, la palabra, la poesía,
el dibujo…?
Esto no obedece
a un cálculo conceptual. Yo tengo una convivencia más estrecha con lo literario
que con lo fotográfico.. Yo a toda esa polisemia rara (fenómeno del lenguaje que consiste en que una misma palabra tiene varios significados), a ese laberinto llego por necesidad,
no por cálculo. Es un laberinto en el que me he perdido yo solo, pero en el que
no rindo ninguna pleitesía y eso me devuelve un poco a lo que yo me dedico, a
intentar mantener esos territorios que nos inventamos nosotros mismos.
Para eso tienes un recurso el sistema del Crowdfunding; no encajas en
el sistema editorial convencional.
El sistema
editorial convencional cuando lo aplicas al mundo de los libros fotográficos,
no aplica; no existe tal convección. Lo que puede parecer ser un exotismo se
convierte en una herramienta cultural.
¿En esta evolución tuya hacia la literatura, mezclada con fotografía,
puede hacerse una fotografía documental de uno mismo?
Yo lo que estoy
haciendo ahora no lo considero documental. En el momento que juegas a despojar
tu discurso de las coordenadas geográficas y temporales ya estas transitando en
una especie de antidocumentalismo. Eso no quiere decir que no tenga un enorme
valor de contenido y comunicacional. Las premisas no son las del documentalismo.
Si yo tengo que
dar cuenta de mi propia evolución hasta ahora, del periodismo al
documentalismo; luego al documentalismo subjetivo; luego cuando veo las cosas
del mundo, hay mucha introspección. Y ahora estoy metido en toda esta faramalla
loca, que yo no sé lo que es.
¿Cómo la has llamado?
Faramalla
¿Qué eso?
Creo que es un
conjunto de palabras sin sentido, o un conjunto de algo loco.
¿Una idea de juego?
Juego en el
sentido más grave de la palabra. La creación tiene una componente lúdica
fundamental en su genética. Pensad que hay una etimología compartida muy bonita
en el concepto de recrear, procrear, crear. Por eso yo digo que todo esto de
reinventarse mundos tiene una componente de redecir lo que hay ahí fuera.
Las ciudades de un fotógrafo son su geografía visual y vital. Manila,
Bogotá… ¿tu porqué te reconoces allí?.
Me dí cuenta
después. Yo nunca he sido un fotógrafo de exotismos. El viaje lo utilizaba más
como gimnasia para provocar esas soledades de las que sale todo, para abandonar
un poco el día a día, y esa zona de confort y luego lo que ocurrió fue que me
empecé a prodigar lugares en los que encontraba correspondencias emocionales.
Son zonas de asfalto, urbes donde yo podía proyectar todo mi imaginario de
fotógrafo de calle, y eso es lo que explica que haya elegido esos teatros. No
lo sabía cuándo lo hacía, eso es verdad. Yo pensaba que era un aventurero en
plan Coronel Tapioca.
¿Los teatros urbanos están conectados con una idea que has deslizado
alguna vez, de que el acto fotográfico nace de una cierta neurosis?
Si, el acto
creativo. El segmento de mi acción creativa es una especie de disloque
existencial. No tener respuesta para las preguntas ultimas.
¿Qué ocurre?,
que en el territorio de la urbe se ha escenificado muy bien esta selva un
poquito distópica (representación imaginaria de una sociedad de futuro, cuyos aspectos son indeseables. Algo opuesto a la utopía). Hay un fundamento de neurosis para intentar conciliar un
poco la vida de uno con la realidad que tiene enfrente.
¿Faranoia? Dicese asi: la falsa sensación de paranoia que tiene alguien
que cree que actúa mas allá de quien es.
Hay otra palabra
que es zanahoria.
En el caso de Iberica me interesa mucho como tu tratas el retrato, como
retratas a las personas y la relación que estableces con otras fotos, fotos de
paisaje, de movimiento. ¿Cómo abordas el retrato partiendo de la base de que tú
sostienes que cuando tú haces un retrato sabes todo y no sabes absolutamente
nada del tipo que tienes enfrente?.
Conviene
aclarar que en la cuestión del retrato arrastramos una concupiscencia muy boba
que es la de presunción decimonónica de
que los rasgos faciales son una prueba del carácter de la gente, y todo eso de
que los ojos son el espejo del alma. No creo que se deba abordar el retrato con
todas esas presunciones psicológicas.
El milagro de
un retrato es que es un misterio de un misterio, y eso hay que aceptarlo. Los
retratistas han sido siempre particularmente fascinables por el milagro
individual de los demás; de ahí la condición de empatía. Los medios o métodos
de obtener un buen retrato, se basan o son consecuencia muchas veces de la
capacidad de enamoramiento y fascinación por la otredad del que tienen delante
y estrían igual si no tuvieran cámara. Esa indagación, esa introspección es
así, forma parte de algo natural.
Sentimos
curiosidad por las personas pero lo que queremos es obtener un buen retrato, y
el retrato debe de ser una consecuencia., no un acto en si mismo.
Tú has mandado a la composición a hacer gárgaras. ¿Lo único que salvas
es la luz?
¡Qué buena
pregunta! ¡Muy buena pregunta!
Yo sigo
condenado a la luz, pero Remo no. Yo soy un alfeñique formal. Pero si creo que
estas pequeñas llamas de consenso, por ejemplo el trabajo de Robert Frank, que
es una persona sobre la que hay un acuerdo, si tiene algo profundamente
maravilloso es que no es un ejercicio de virtuosismo ni de luz, ni de
composición, que son al final las dos armas que tenemos los fotógrafos para
hacer expresiva una imagen.
A mí me es más
fácil liberarme un poco de una cierta esclavitud compositiva, pero de la luz me
cuesta mucho, me cuesta más. Todavía dependo de ciertos virtuosismos lumínicos.
Quiero que me expliques una cosa que te leí, uno de esos resplandores
verbales-escritos que a veces se denominan, más que una imagen: “Últimamente
disparo mi cámara en un gesto de estupor contenido; el ceño fruncido y arrugados
los labios. Es un rictus como de asco, de extrañamiento puro frente al cadáver
de un mundo al que el internazo de mi cámara hubiera expuesto a la luz en todo
su horror.
Uno ya hace
fotos como asustado. No sé si voy a andar lucido para explicarme. Que esta
frase tiene verdad, lo juro.
Tiene que ver
un poco, de un modo sintético, en que yo vengo de una noción fotoperiodistica,
en que la fotografía tenía una virtud reparadora del mundo. Con el paso del
tiempo me he dado cuenta que no hay tal. La fotografía tiene que enseñar las
cosas, pero de ahí a pensar que gracias a ella hay menos conflictos, pues no.
Uno pasa ya a otro nivel donde lo que quiere antes que reparar el mundo es
explicárselo. Por ello haces una especie de sondeo y encuentras que no encuentras
respuestas; que esto no lo explica ni dios. A partir de ahí utilizas la cámara
como defensa contra el mundo y vas a golpe de disparo, defendiéndote de esa
realidad, simplemente.
Simplemente nos gusta cómo te defiendes del mundo. Dejamos la definición
de Faramalla: “situación exagerada, aparatosa o escandalosa, en ocasiones falsa
con lo la que se pretende llamar la atención”.
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