2021/09/09
Dice Joan Fontcuberta, en su libro ‘el beso de Judas’: “Pertenezco a la raza de los escépticos… Por eso me encuentro entre aquellos que a pesar de los tres retrovisores de mi automóvil, en un adelantamiento o en un cambio de carril, no evito el gesto espontáneo de torcer la nuca para asegurarme de que ningún otro vehículo se encuentra traidoramente a mis espaldas. Y desde luego, no es sólo por la existencia de lo que en las autoescuelas llamaban el ángulo muerto. Necesito cerciorarme con mis propios ojos”.
Enrique Lista, en su ensayo ‘Voz
en off’, nos dice también: “El ángulo muerto es una zona lateral del vehículo
sobre la que el conductor no tiene visión mediante los espejos retrovisores…
Sería traer aquí argumentos históricos sobre la dudosa fiabilidad de la fotografía. Que la ‘verdad fotográfica’ haya podido necesitar comillas desde su
origen, o que su relación privilegiada con lo real haya tenido mucho de
legitimación de sus respectivos relatos, no ha supuesto tampoco un
cuestionamiento demasiado sólido de los mismos. Poco importa cualquier
distorsión, si la confianza nos permite conducir con seguridad. Poco importan
la verdad o la mentira (en sentido extramoral) para los usos adjudicados a la fotografía si esta, como otras muchas ficciones, nos permite seguir viviendo,
seguir viviendo”.
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