2023/02/27
Facundo de Zuviría en su etapa fotográfica
de “Estampas Porteñas”, vagabundea y deambula por una Buenos Aires sembrada de
indicios y signos, en un estado de disponibilidad extrema, con los sentidos al
acecho. Sus paseos y las fotografías resultantes dibujan por encima de la
ciudad un segundo mapa onírico: lo que todavía existe, pero ya habla al pasado.
Y la historia de Buenos Aires, o su melodía, brilla con «un resplandor fugaz,
casi póstumo, que envuelve a la ciudad un segundo antes de que desaparezca para
siempre», retomando las palabras de Alan Pauls en su Factor Borges.
La exuberancia de señalización
fotografiada por Zuviría durante años -anuncios pintados, maniquíes de cera- pertenece a una época superada o en vías de caducar, al igual que las fachadas
simétricas de 8,66 metros de ancho de los pequeños negocios de barrio que
conforman el meollo de su “Siesta
argentina”, carente de presencia humana, que terminó en 2003, siendo una
metáfora púdica del corralito (el aislamiento en el que la crisis económica
hundió al país).
«Siempre fotografié las fachadas de frente,
buscando en esas líneas simples y austeras rasgos definitorios de su esencia,
una suerte de argentinidad manifiesta en los frentes urbanos»
ESTAMPAS PORTEÑAS
LA SIESTA ARGENTINA
El año 2001 es decisivo para
Argentina y, en particular, para Facundo de Zuviría: el país atraviesa una
crisis económica sin precedentes: el Estado está en bancarrota, se bloquean los
retiros bancarios, es el episodio que los argentinos llaman el «corralito. La
técnica de toma frontal, las cortinas bajadas de las tiendas tradicionales,
construidas según el modelo de una puerta enmarcada por dos escaparates, que
Zuviría fotografía durante el bochorno del mediodía, simbolizan la tragedia con
delicadeza y tristeza. La serie se titula «Siesta argentina»
«Pensaba que no era el fin, que era apenas
un momento difícil que nos tocaba vivir, no algo definitivo, y que lo íbamos a
superar, que iba a quedar atrás: apenas una siesta»
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